domingo, 30 de agosto de 2015

I am not

I am not a sexy girl
I am not a girl at all
I am a WOMAN

I am not a pretty face
I am not a soft voice
I am not a smile
I am an entire LIVING ORGANISM

I am not a body
I am not small boobs
I am not lips of desire
I am not just fun
I am not just fuck

What am I?

I am A BRAIN
I am a FEELING
I am DEBATE
I am CONTRADICTION
and TRAVELLING
and READING
and SPEAKING
and MUSIC LISTENING
and SPORT
and DISAGREEMENT
and DISCOMFORT
and DREAMING
and TRYING
and FAILING
and REACHING
and GROWING

I am a HUMAN BEING


viernes, 3 de abril de 2015

Control alt supr

No hay mentira más grande que la función delete. Eso nos ha enseñado la informática. Te deshaces de lo viejo, lo innecesario, lo que quedo mal y en el camino arrastras sin querer algo sumamente preciado. Control+supr. Y ¡No! ¡Mierda! ¡Qué he hecho!

Por un momento el corazón detiene su latido. Te has quedado pálido. Cagada. Gran cagada. El trabajo de tesis a la mierda. Las fotos del viaje a Venezuela a la mierda. El mensaje con las contraseñas de tu cuenta de correo 500 a la mierda. El último estreno que tardó dos días en descargar a la mierda. Pero el susto se pasa, la mandíbula vuelve a encajarse en su sitio. Respiras tranquilo. Papelera. El ícono mágico aparece. El comodín. Y ahí siempre está todo, el trabajo, las fotos, los mensajes, los estrenos. Papelera te recibe siempre con los brazos abiertos. Tan dativa ella. Tan servicial.

Sabes que no hay peligro. Que nunca lo ha habido. Lo que quemas sin querer puedes recuperarlo en un solo click. ¿Y cuales son las secuelas? ¿Qué beneficios ha traído la papelera a la humanidad? Inválidos mentales. Personas que nos saben asumir las consecuencias de sus actos. No puedes romperle el corazón a alguien y pretender que vuelva a mirarte de la misma forma. Lo que lanzaste al mar con furia no hay manera de recuperarlo. ¿Y que te queda? Carcomerte en los recuerdos, repensar una y otra vez lo que podrías haber hecho y no hiciste en lugar de y lo que hubiera pasado entónces de haber echo eso que no hiciste porque elegiste lo otro porque mierda de vida nunca hay un solo camino y no hay ninguna puta indicación en ninguno de los caminos. Y gimoteas. Y vives inútilmente del pasado. Y un día te encuentras desandando los pasos hacia la puerta de lo que no hace mucho llamabas hogar. La promesa eterna de la familia, la mascota, el trastero acumulándose poco a poco de viviencias.

Pero decidiste Ctr alt supr

sábado, 21 de febrero de 2015

Le douleur

No hay nada como el dolor de perder un cuento. El momento terrible de abrir el editor y encontrarte el documento en blanco. Se te desencaja la mandíbula, se te quiebran los dedos en el teclado, tus pupilas orbitan confusas de un lado al otro de la pantalla. Pero es inútil, solo hay blanco. Nunca habías odiado tanto ese color. Antes de resignarte te lanzas a un último intento desesperado. Buscar en la papelera, buscar por si lo salvaste con otro título en algún otro espacio del disco duro. Pero no, era tu cuento, era tu título, te acuerdas perfectamente. Sientes sobre tu espalda la mirada avergonzada de dos mil años de escritores. De repente te viene a la mente aquella escena de película de época en la que la señorita se precipita desesperada sobre la carta del amante que el padre despiadado ha arrojado al fuego. El grito desgarrado de la señorita son tus maldiciones a viva voz a los updates de Windows.

Ya puede morir el padre, la madre, los hermanos o el perro. Ya pueden caerse las paredes de la casa a jirones. El dolor de perder un cuento supera a cualquier otro. Y te empeñas en buscar inútilmente las palabras que escribieras ¿hace cuánto? Un mes, dos, ¿un año acaso? Obstinada, te das una y otra vez con el puño en la cabeza tratando de reconstruir a trancazos las frases exactas que componían ¿Qué era? ¿Una historia?


Te tiembla el cuerpo de sudores. No hay rosas para este funeral. Se contiene una lágrima, y con ella, los huesos vacíos de las palabras muertas. 

Otra vez

Nuevo final, nuevo comienzo.

Ya me siento fuera, levitante. Se me cierran las últimas vistas de los últimos pasos por la ciudad.
Las tres gracias me observan en su inmutismo de roca.

Ya me siento en trance, otra vez. Recomenzar, otra vez.

Lo malo de los viajes es lo que no cierrras. Lo que no terminas de saborear. Lo que te falta de la gente.

Ultima brisa de mar mediterráneo, ultima puesta de sol en place de Perou. Último jergón francés.

Y salto a las tierras blancas, salto a lenguas ajenas, salto, otra vez, a los cuerpos de Targaryen.

Exploradora, aventurera. Ya me siento con ganas de calmar el paso, recoger las velas, fijar mis coordenadas en posición concreta por largo tiempo

jueves, 4 de diciembre de 2014

Sur-este

No me hizo falta colgar candados en los puentes de Roma para saber que este viaje sería más que un simple polvo. Declive del escribidor que termina hablando de sí mismo.

Nos tuvimos, exageradamente juntos. Los ojos en dobles de caleidoscopios. Ya te dije que portabas el mar en tu mirada. Solecito verde. Me sonríes con tu muela de leche escondida. Menos mal que hizo calor. El vaticano frente a nuestro banquete particular. Y sin embargo no estábamos en tierra de Platón. Y sin embargo pienso en tí y te dedico estas palabras. Cómo me falta mi idioma. Cómo me faltas de repente en las noches. No le damos la importancia que deberíamos al sueño. No quiero follar contigo mi amor, quiero hacer el amor contigo para dormir después. Seguramente soñar.

¿Serás tú, con tu inquietante adicción al alcohol, con quien comparta una horda de criaturitas verdes de pelo negro? ¿Terminaremos mirando a las estrellas en el cielo frío de Canadá?

Roto el silencio de casi un año.

domingo, 26 de enero de 2014

الليالي العربية

Nos amamos a través del silencio de los pliegues de nuestra piel. Nos conocemos en las suaves transpiraciones de nuestros ojos, de nuestros ronquidos a medias. Te extraño en tus contemplaciones azabache, en tus dedos perfilando la silueta de mis labios, en el olor de tu cuerpo. El amor, como cualquier otro sentimiento, es un estado de ánimo y el nuestro se hincha, flota como las burbujas que tanto te gustan, el nuestro es joven y contento. Me fuerzo a hablarte, a encontrar historias trepidantes que te gusten; tengo miedo de aburrirte.

Pero en lugar de eso me pierdo en la cadena de besos que rechinan y me pueden las ansias, me puede una pasión sin frenos que tengo ganas de manosear, masturbar, desparramarla entre gemidos de placer, hacerla llegar al orgasmo una y otra vez hasta los límites de su existencia.

Quiero agotarme en tí, contigo, en tu lengua que no entiendo, en nuestras frases de babel que tenemos que repetirnos mutuamente sin acabar de comprenderlas. Quiero faltarle el respeto al diálogo reemplazando las palabras por el alma. Quiero sentirte dentro, sentirte en mis manos enredadas en tu pelo, sentirte en mis pezones, en mi clítoris, en el grito de mi orgasmo. Quiero desbordarme de tu tacto.

Y ante tí me muestro, desnuda, sin ropas de fiesta, sin pintura en la cara, sin alajas. Me muestro en mi puro ser de recién levantada por la mañana y tú me abrazas. Nos hemos saltado la primera parte del protocolo de los romances, el actuar con mesura de opiniones, el mostrarse espléndido como nunca, el tanteo de la curiosidad. No lo hecho en falta. Ya te he pensado suficiente antes.

Los dichosos rastros

Me asaltan los rastros de mi inminente partida. Son como el polvo que uno se empeña en limpiar para cinco minutos mas tarde encontrárselo de nuevo panza arriba en una mueca burlona. O la ropa del escaparate, apelotonada a la fuerza que un buen día decide vengarse derribando las puertas del mueble y aplastándote con todas sus fuerzas. Los rastros son como los objetos desparramados por la habitación que uno va sorteando hábilmente hasta alcanzar la otra punta. Intento pensar en otra cosa, distraer mi mente con los programas de televisión de mi divagación. Intento trabajar aferrada a la responsabilidad de hacer algo productivo. Sin embargo tropiezo con los rastros desparramados por la habitación cuando llega la noche y se apagan las luces. Me encuentro con el asalto de la coalición de ropas vengativas cuando me echo a tu abrazo. Veo a trasluz el polvo insolente acumulándose sobre los muebles cuando escucho los cantos sufíes de la arena.

Quiero incinerar cada puñado de rastros, elevarlos en cuerpo y alma a los cielos, hacer que abandonen la faz de mi existencia. Quiero desligarlos de la pasión que nos sucumbe.

Quiero olvidar que yo me voy y tu te quedas.