jueves, 4 de diciembre de 2014

Sur-este

No me hizo falta colgar candados en los puentes de Roma para saber que este viaje sería más que un simple polvo. Declive del escribidor que termina hablando de sí mismo.

Nos tuvimos, exageradamente juntos. Los ojos en dobles de caleidoscopios. Ya te dije que portabas el mar en tu mirada. Solecito verde. Me sonríes con tu muela de leche escondida. Menos mal que hizo calor. El vaticano frente a nuestro banquete particular. Y sin embargo no estábamos en tierra de Platón. Y sin embargo pienso en tí y te dedico estas palabras. Cómo me falta mi idioma. Cómo me faltas de repente en las noches. No le damos la importancia que deberíamos al sueño. No quiero follar contigo mi amor, quiero hacer el amor contigo para dormir después. Seguramente soñar.

¿Serás tú, con tu inquietante adicción al alcohol, con quien comparta una horda de criaturitas verdes de pelo negro? ¿Terminaremos mirando a las estrellas en el cielo frío de Canadá?

Roto el silencio de casi un año.

No hay comentarios:

Publicar un comentario