sábado, 21 de febrero de 2015

Le douleur

No hay nada como el dolor de perder un cuento. El momento terrible de abrir el editor y encontrarte el documento en blanco. Se te desencaja la mandíbula, se te quiebran los dedos en el teclado, tus pupilas orbitan confusas de un lado al otro de la pantalla. Pero es inútil, solo hay blanco. Nunca habías odiado tanto ese color. Antes de resignarte te lanzas a un último intento desesperado. Buscar en la papelera, buscar por si lo salvaste con otro título en algún otro espacio del disco duro. Pero no, era tu cuento, era tu título, te acuerdas perfectamente. Sientes sobre tu espalda la mirada avergonzada de dos mil años de escritores. De repente te viene a la mente aquella escena de película de época en la que la señorita se precipita desesperada sobre la carta del amante que el padre despiadado ha arrojado al fuego. El grito desgarrado de la señorita son tus maldiciones a viva voz a los updates de Windows.

Ya puede morir el padre, la madre, los hermanos o el perro. Ya pueden caerse las paredes de la casa a jirones. El dolor de perder un cuento supera a cualquier otro. Y te empeñas en buscar inútilmente las palabras que escribieras ¿hace cuánto? Un mes, dos, ¿un año acaso? Obstinada, te das una y otra vez con el puño en la cabeza tratando de reconstruir a trancazos las frases exactas que componían ¿Qué era? ¿Una historia?


Te tiembla el cuerpo de sudores. No hay rosas para este funeral. Se contiene una lágrima, y con ella, los huesos vacíos de las palabras muertas. 

Otra vez

Nuevo final, nuevo comienzo.

Ya me siento fuera, levitante. Se me cierran las últimas vistas de los últimos pasos por la ciudad.
Las tres gracias me observan en su inmutismo de roca.

Ya me siento en trance, otra vez. Recomenzar, otra vez.

Lo malo de los viajes es lo que no cierrras. Lo que no terminas de saborear. Lo que te falta de la gente.

Ultima brisa de mar mediterráneo, ultima puesta de sol en place de Perou. Último jergón francés.

Y salto a las tierras blancas, salto a lenguas ajenas, salto, otra vez, a los cuerpos de Targaryen.

Exploradora, aventurera. Ya me siento con ganas de calmar el paso, recoger las velas, fijar mis coordenadas en posición concreta por largo tiempo