domingo, 26 de enero de 2014

Los dichosos rastros

Me asaltan los rastros de mi inminente partida. Son como el polvo que uno se empeña en limpiar para cinco minutos mas tarde encontrárselo de nuevo panza arriba en una mueca burlona. O la ropa del escaparate, apelotonada a la fuerza que un buen día decide vengarse derribando las puertas del mueble y aplastándote con todas sus fuerzas. Los rastros son como los objetos desparramados por la habitación que uno va sorteando hábilmente hasta alcanzar la otra punta. Intento pensar en otra cosa, distraer mi mente con los programas de televisión de mi divagación. Intento trabajar aferrada a la responsabilidad de hacer algo productivo. Sin embargo tropiezo con los rastros desparramados por la habitación cuando llega la noche y se apagan las luces. Me encuentro con el asalto de la coalición de ropas vengativas cuando me echo a tu abrazo. Veo a trasluz el polvo insolente acumulándose sobre los muebles cuando escucho los cantos sufíes de la arena.

Quiero incinerar cada puñado de rastros, elevarlos en cuerpo y alma a los cielos, hacer que abandonen la faz de mi existencia. Quiero desligarlos de la pasión que nos sucumbe.

Quiero olvidar que yo me voy y tu te quedas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario