miércoles, 13 de noviembre de 2013

Olor

Lo primero que se quedan son los olores. De repente llegas a tu casa y no te encuentras en tu propia ropa cuando aspiras. Es una sensación extraña, casi una pérdida de identidad. El olor se convierte en una mezcla transfigurada del uno y el otro, que insiste en permanecer pegada a la piel. No suelo atender a los aromas, el olfato es de entre los sentidos el hermano mediano que permanece ignorado. Sin embargo, en esos momentos de volver a casa, de aspirar la ropa, de comprobar los remanes del amor compartido en la piel, me aferro a los olores más que nunca y me dejo mecer por la memoria.

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