lunes, 3 de octubre de 2011

Sobre las catedrales

Y yo me pregunto, frente a las suntuosas puertas, de cara a los altares repujados y los pretenciosos retablos, girando la cabeza hacia los techos y las cúpulas infinitamente altas y engreídas ¿A que vienen las gárgolas pendientes de los muros, los pequeños demonios tallados en el coro o esculpidos entre las cenefas del púlpito? Dragones, sátiros, arpías. ¿Cómo es posible que unas construcciones destinadas a acercar al humano al reino pacífico de Dios esté plagada de tantos monstruos profanos? ¿Son un chiste? ¿La burla silenciosa de los artistas mal pagados? ¿O simplemente un guiño a los supersticiosos, arraigados en las creencias milenarias de los pueblos? Y yo me pregunto, los teóricos que denuncian la riqueza de la Iglesia, observando con indignación el oro en los altares, ¿se han detenido a observar también esas figuras?, ¿alguno de ellos habrá pensado “aquí está, la denuncia del pecado”?

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