jueves, 17 de enero de 2013

Intercepción

Una vela prevalecía encendida, titilando, aproximándose al mismo final inevitable de sus otras compañeras. La contemplé en silencio, meditando  sobre lo paradójico de mi comportamiento. Nunca me gustaron las velas.

Nunca me gustaron, esa luz mortecina que obliga a entrecerrar los ojos para distinguir lo que sea, las conversaciones a media voz, la lentitud a la que de repente se someten los movimientos, el adormecimiento.

Me trajiste velas. La primera vez que cenamos juntos no se te ocurrió otra cosa que plantar dos de esos cachivaches sobre la mesa, así; como pollas erectas. Recuerdo que en aquel instante concluí que jamás podríamos tener una relación seria.

¿En que momento cambié de opinión?

No eran solo las velas; también tu manía de acomodarte las mangas de la camisa cada dos por tres, de chasquear los labios con cada disgusto, de tu "vale" hueco en cada frase, de robarme las sábanas durmiendo cada noche.

¿En qué momento empecé a adorar las Fondue? ¡Si ni siquiera puedo pronunciarlo bien!

Me molestaban demasiadas cosas de ti y sin embargo en algún punto, en algún número de nuestros muchos encuentros empecé a quererte.

Y ahora me siento entre paredes pintadas de verde. Con una foto de Russian red pegada a la puerta del  refrigerador. Con un colgador de abrigos. Con un Vermut en una estantería. Con la colección de películas de los años cincuenta. Con y con y con y con.

¿Qué hacen unos zapatos rojos en mi armario?
¿Por qué tengo un libro de Eduardo Punset bajo mi cama?
¿Desde cuando suelto un "vale" en cada frase?

Lo nuestro fue hermoso, nos dijimos. Corto pero intenso. Primero novios, después vivir juntos y de repente un día ¡crack! Todo se derrumbó por su propio peso. Lloramos, nos abrazamos, pero al fin nos despedimos sin mayores dramas ni dilaciones.

Vuelta a la normalidad, vuelta a la vida de antes, vuelta a dormir con sábanas por la noche. Y sin embargo.

No se es la misma persona. Algo ha transmutado dentro de mí. Algo te ha asimilado hasta la médula y tu aún sigues presente, en mi encender de velas, en las Fondue, en la guitarra de Russian red, en la voz enlatada de los personajes blanqui-negros de los cincuenta. En, en, en.

Te llevo en cada uno de mis gestos imposibles que tu conseguiste que llegaran a ser.

Y tú,

¿Con cuanto te quedaste de mi?



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